Keith Green (1953-1982), fue un cantautor estadounidense de la industria de la música cristiana. Era hippie, músico y, como la mayoría de los jóvenes de la época, consumía drogas, pero Jesús lo salvó radicalmente de ello durante los días del Movimiento de Jesús en los años setenta. Keith dejó una huella increíble en la comunidad cristiana llamándola al arrepentimiento y a una mayor santidad en una cultura llena de concesiones. Trágicamente, Keith y su joven hija murieron en un accidente aéreo en 1982. En 1984 se publicó póstumamente su último álbum titulado “Jesus Commands Us to Go!”( Jesús nos manda a ir). En ese álbum hay una canción que lleva el mismo nombre que el título del disco, la cual arroja luz sobre un gran tema dentro de la Iglesia de hoy, esta dice:
Jesús nos manda a ir Debería ser la excepción si nos quedamos No es de extrañar que nos estemos moviendo tan lento Cuando su Iglesia se niega a obedecer y Se siente tan llamada a quedarse [1]
¡Qué frase! “No es de extrañar que nos movamos tan despacio, cuando su Iglesia se niega a obedecer”. A menudo oímos a los cristianos lamentarse de los problemas culturales de la época y sobre su anhelo de que Jesús vuelva pronto, para que nos saque de los grandes horrores que estamos presenciando en todo el mundo. Esta actitud se manifiesta frecuentemente en afirmaciones rápidas, por parte de los creyentes, como: “Este mundo está condenado”, “El mundo está bajo las garras de Satanás”, “ El mundo se va al infierno en un cesto de basura” “No hay nada que hacer, Dios se ha dado por vencido con el mundo”, “¿Por qué pulir el bronce en un barco que se hunde?”.
Pero ¿sería posible que el mayor problema hoy día no se encuentre fuera de los muros de la Iglesia? ¿Sería posible que el mayor problema de la Iglesia no sea Satanás dominando la tierra con un poder incomparable? ¿Y si el mayor problema de la Iglesia fuera su propia desobediencia hacia lo que Cristo le ha mandado: hacer a todas las naciones discípulas de Cristo?
El hombre fuerte atado
No hay duda de que Satanás está vivo y operando en todo el mundo actual, él es un mentiroso, un ladrón y un destructor y; sin embargo, la Biblia habla con gran claridad de su derrota a través de la vida, muerte, resurrección y ascensión de Jesús. A lo largo del Antiguo Testamento, el poder y la influencia de Satanás sobre imperios mundiales como Babilonia, Asiria, Grecia, Egipto y otros, eran muy prevalentes, ya que estaban respaldados por entidades o dioses demoníacos (Dn 10:13, 20; Ez 28:11, 14). Sin embargo, llegó el día maravilloso en que se cumplió la primera promesa evangélica, que un descendiente de Eva vendría a ser el último que aplastaría la cabeza de la serpiente (Gn 3:15).Jesucristo, el Hijo de Dios, vino definitivamente a destruir las obras del diablo (1 Jn 3:8), a desarmar todo principado y toda potestad, haciendo un espectáculo público y triunfando completamente sobre ellos (Co 2:15). Por eso, en su crucifixión, Cristo afirma con autoridad : “Ahora es el juicio de este mundo; ahora será expulsado el príncipe de este mundo”. (Jn 12:31). Debido a su triunfo en la cruz sobre Satanás y sus secuaces, Juan les dice a sus discípulos que han vencido al mundo (1 Jn 4:5; 5:4). Cuando ellos resisten al diablo por el poder del Espíritu Santo, este debe huir (Sg 4:7). La atadura de Satanás en el siglo I comenzó con el inicio del ministerio terrenal de Jesús, cuando proclamó la inauguración del reino escatológico de Dios (Mc 1:14-15).
El Mesías vino a la tierra y derrotó progresivamente a Satanás con cada curación, cada exorcismo, cada enseñanza, venciendo finalmente, despojando y atando al hombre fuerte, Satanás, en la cruz (Mt 12:28-29). El Apóstol Juan explica que debido a su atadura hace 2000 años, la serpiente escurridiza es incapaz de engañar a las naciones por más tiempo, como una vez lo hizo durante el Antiguo Pacto (Ap 20:1-3). La luz ha llegado al mundo, los tiempos de la ignorancia han pasado, por lo que las tinieblas no pueden permanecer (Jn 1:5; Hc 17:30-31; Ef 5:11-14), el Nuevo Pacto ha sido inaugurado con la sangre del Salvador y ha sustituido los anteriores tiempos de tinieblas (Lc 22:20; He 8).
La Palabra de Dios enseña claramente que Jesucristo triunfó sobre el pecado, la muerte y el diablo (Jn 19:30), quien fue coronado como Rey sobre todos los reyes y Señor sobre todos los señores (Hc 17:7; Fl 2:9-10; Ap 1:5), al que se le dio toda autoridad en el cielo y en la tierra (Dn 7:13-14; Mt 28:18-20). En Pentecostés, derramó su Espíritu sobre la Iglesia y prometió el éxito de la misión (discipular a las naciones), asegurando su presencia misma hasta el último día (Mt 28:20; Jn 14:16; Hc 2:33). ¡Pedro incluso dice que todo lo necesario para la vida y la piedad ha sido dado a los que han nacido de nuevo! (2 Pe 1:3) Entonces ¿por qué parece que Satanás y el pecado en conjunto están teniendo tanto éxito en todas las naciones y en la cultura en general? El Dr. Peter Leithart responde conmovedoramente a la pregunta:
Si Satanás está vivo y bien en el planeta tierra, es debido a nuestra incredulidad, a nuestra falta de oración, nuestra cobardía, nuestra falta de voluntad para ayunar de los placeres de esta vida. Si estamos entrando en una era oscura, es por nuestra falta de entrenamiento en las armas de la guerra espiritual, o porque nos hemos enamorado demasiado de las armas carnales. Si la justicia no prevalece en la tierra, la culpa es solo nuestra. [2]
El mayor impedimento para que el pueblo de Dios cumpla la misión de su Señor siempre ha sido su caminar en desobediencia con respecto a su Palabra y sus promesas. Si examinamos la historia general de las Escrituras, es fácil identificar que el mayor obstáculo para el pueblo de Dios nunca fueron las poderosas fuerzas enemigas ni las tinieblas de “ahí afuera”, sino el pecado y los ídolos que había dentro del campamento, lo cual se capta muy bien en el sétimo capítulo de Josué. Israel acababa de ser derrotado en Ai, a pesar de que Dios ya le había prometido toda la tierra como herencia (Jo 1:6), por lo cual Josué se encuentra postrado en el suelo, confundido, con la ropa rasgada y ceniza en la cabeza en señal de gran angustia ante el Señor. Él dice:
Ay, Señor Dios, ¿por qué has hecho pasar a este pueblo el Jordán, para entregarnos en manos de los amorreos y destruirnos? Ojalá nos hubiéramos contentado con vivir al otro lado del Jordán. Oh Señor, ¡qué puedo decir, cuando Israel ha vuelto las espaldas ante sus enemigos! Porque se enterarán los cananeos y todos los habitantes de la tierra, y nos rodearán y borrarán nuestro nombre de la tierra. ¿Y qué harán por su gran nombre? Josué 7:7-9
Al llegar a este punto, podría decirse que Josué desconocía el pecado de Acán, quien quebrantó la fe al tomar algunas de las cosas consagradas del campamento enemigo y llevárselas consigo (Jo 7:1). Entonces el Señor se dirige a Josué y le dice por qué han sido derrotados en la batalla:
¡Levántate! ¿Por qué has caído de bruces? Israel ha pecado; han transgredido mi pacto que yo les mandé; han tomado algunas de las cosas consagradas; han robado y mentido y las han puesto entre sus propias pertenencias. Por eso el pueblo de Israel no puede mantenerse en pie ante sus enemigos. Vuelven la espalda ante sus enemigos, porque se han consagrado para la destrucción. No estaré más con ustedes, a menos que destruyan las cosas consagradas de entre ustedes. ¡Levantaos! Consagrad al pueblo y decid: Consagraos para mañana; porque así dice el Señor, Dios de Israel: «Hay cosas consagradas en medio de ti, oh Israel. No podrás hacer frente a tus enemigos mientras no quites de en medio de ti los objetos consagrados. Josué 7:10-13
El pecado dentro del campo de la Iglesia
El mayor problema de Israel no era la grandeza del ejército de Ai, no era que el enemigo lo hubiera superado en tácticas militares. La impotencia de Israel para destruir al enemigo con sus ídolos extranjeros provenía de la idolatría dentro de su propio campamento, pues no había podido expulsar a los ídolos de su interior y; por lo tanto, fue a la batalla sin estar consagrado ante el Señor. Lo mismo ocurre con el cuerpo de Cristo hoy día, se enfrenta a una pandemia de integridad, una pandemia de santidad, una falta de consagración. Al igual que a Israel, a la Iglesia se le ha prometido el mundo (Mt 28:18-20; Jn 3:17; Ro 4:13), pero al igual que Acán, ha introducido de contrabando varios ídolos en el campamento que la han llevado a la derrota. El pecado en el campamento es la razón por la cual la Iglesia es impotente. La razón por la que va tan lentamente es porque no ha confesado sus pecados ni se ha arrepentido de su idolatría, pero Pedro es severamente claro: “Porque ya es hora de que el juicio comience por la casa de Dios; y si comienza por nosotros, ¿cuál será el resultado para los que no obedecen el evangelio de Dios?” (1 Pe 4:17).
Como suele decir el pastor Toby J. Sumpter: ¡Para tener un corazón valiente primero hay que tener un corazón limpio! Para que la Iglesia sea lo suficientemente valiente como para tomar una posición y confrontar a los ídolos del momento, primero debe confrontar a los ídolos en su propio corazón. Esto comienza en el propio corazón y mente de cada cristiano individualmente. Como sacerdotes de Dios en el Nuevo Pacto, la tarea de cada cristiano es purificar o santificar el espacio que lo rodea (camino personal, familia, trabajo, etc.), tal como lo hacían los sacerdotes en el templo. Esto requiere que no hagamos ninguna concesión ante el Señor. Los creyentes consagrados son aquellos que han experimentado la realidad transformadora de la vida de haber sido convertidos en una nueva creación, ellos caminan limpios de ídolos, en libertad por causa del Señor Jesucristo (Jn 3:7; 2 Co 5:17), lo cual produce una forma de pensar, actuar y obrar totalmente distinta a la del mundo (2 Co 6:17).
Un discípulo consagrado camina por el Espíritu, leyendo, meditando y escondiendo la Palabra de Dios en su corazón para no pecar contra Él (Sal 119:11; Ro 8:1-2), lo cual luego produce obediencia a la ley de Dios con un corazón gozoso (1 Jn 5:3). Un hombre santo a su vez lidera una familia santa, y una familia santa conduce a una Iglesia santa y una Iglesia santa da a luz un mundo santo (Mt 13:31-33;Mc 4:26-29; 1 Co 15:20-28).
No habrá reforma ni avivamiento sin un impulso del cuerpo de Cristo hacia una consagración, de todo corazón, que comience con el verdadero arrepentimiento y la santidad ante el Señor (Ti 2:14). El Espíritu de Dios no bendecirá ninguna concesión. Discipular a las naciones significa enseñarles a obedecer todo lo que el Rey ha mandado, esto y nada más bastará. ¡Adelante soldados cristianos! ¡No nos preguntemos más por qué vamos tan despacio!
________________________ 1«¡Jesús nos manda a ir!» se publicó en 1984 póstumamente. Las canciones fueron recopiladas por su viuda, Melody Green.
2Peter J. Leithart, The Kingdom and the Power: Rediscovering the Centrality of the Church (West Monroe, LA: Athanasius Press, 2023).
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