El pastor de Idaho, Toby J. Sumpter, tuiteó recientemente lo que él considera la nueva versión editada de la Gran Comisión para los evangélicos modernos:
"Se me ha dado una cantidad moderada de poder - la mayor parte en el cielo y un poco en la tierra; por lo tanto, debo hacer lo posible por hacer discípulos ¿quizás unos pocos de cada nación? - bautizándolos y enseñándoles solo sus partes favoritas del Nuevo Testamento".
La cita hace que algunos se rían, pero para una gran parte del mundo evangélico es una triste, pero cierta realidad: ¡Bienvenidos a la Gran Omisión! En el 2018 Barna Group[1], una organización de investigación cristiana, publicó los resultados de un estudio realizado con pastores, feligreses y adultos estadounidenses, el cual demostró que el 51% de los encuestados no sabía qué era la Gran Comisión. Si el 51% de los encuestados ni siquiera habían oído hablar de la Gran Comisión (esto incluye a los pastores), me pregunto, de los que han oído hablar de la Gran Comisión ¿cuántos realmente entienden y están obedeciendo activamente este gran mandamiento?
La encuesta y la cita demuestran un fracaso catastrófico de la Iglesia para entender para qué y por qué (literalmente) estamos aquí. Es como si nos hubiéramos embarcado sin saber adónde vamos, por qué nos subimos a un barco o cuál es el propósito del viaje. Una vez escuché al pastor Jeff Durbin decir que "la cultura es el boletín de notas de la Iglesia" y si ese es el caso estamos fallando tremendamente. La desobediencia de la Iglesia para saber, comprender y obedecer la Gran Comisión, es el resultado directo de la oscuridad y el pecado que invaden a la novia de Cristo. Piénselo, la solución de Dios para salvar, redimir y restaurar al mundo de su estado maldito (Génesis 3:15), es la Gran Comisión implementada y obedecida. No es el plan A o B o C, es EL PLAN y durante demasiado tiempo hemos incurrido en la Gran Omisión. Es hora de que la novia de Cristo se arrepienta de su desobediencia y sea despertada a la herencia que ya le pertenece (Sal. 2:7-8), adquirida por el pago de la sangre de Cristo por el mundo (Mt. 28:18-20; Jn. 3:16-17; 19:30).
Comparemos y contrastemos la formulación satírica del pastor Sumpter de la Gran Comisión con el pasaje real de Mateo 28:18-20. Primero dice: "Se me ha dado una cantidad moderada de poder - mayormente en el cielo y un poco en la tierra". Ahora bien, es probable que la mayoría de los cristianos no profesen esto con la boca, pero sí lo confesamos por la forma en que vivimos. El malentendido viene cuando tratamos de entender la idea del Señorío de Cristo. La Escritura dice: "Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra". Que Jesús tenga toda autoridad en el cielo y en la tierra a menudo significa para los cristianos que Él es el Señor supremo en los cielos, en una dimensión "allá". Él es Señor sobre todos los ángeles, sobre todos los santos difuntos que ahora están en el cielo, o Señor sobre la Iglesia, pero cuando se trata de su plena autoridad, realeza, poder y soberanía sobre toda su creación terrenal, tenemos dificultades para no limitar su autoridad porque estamos bajo el pretexto de que "este mundo no es nuestro hogar", solo estamos "de paso" y que el mundo terrenal en realidad pertenece a Satanás. Sin embargo ¡Jesús está diciendo exactamente lo contrario! En su ascensión, Jesús asistió a su sesión de coronación, el Padre le dio toda la autoridad e hizo un pronunciamiento real para el mundo, para cada individuo, cada familia, cada ciudad, cada nación, cada presidente, cada autoridad política, cada negocio, cada sistema educativo: que todo debe ser sometido bajo el señorío de Cristo porque Él ha sido coronado como Rey sobre todos los reyes y Señor sobre todos los señores (Ap. 1:5). El dominio universal le pertenece a Cristo (Sal. 2, 72; Mt. 28:18-20; Ef. 1:18-22; Col. 1:15-20). Esta escena es el momento culminante de la gran historia de la obra redentora y de alianza de Dios en todo el mundo. Por ende, a los cristianos se les ordena presionar los derechos de la corona del Rey Jesús en cada área de la vida y del pensamiento. ¡Aleluya, verdaderamente "toda autoridad" se le dio (tiempo pasado) al Rey!
El Pastor Sumpter continúa: "Por lo tanto, traten lo mejor que puedan de hacer discípulos, tal vez unos pocos de cada nación...". Mientras que las palabras de Jesús, en contraste, son: "Id, pues, y haced discípulos a todas las naciones." "Por lo tanto, inténtenlo", suena como una sugerencia o una invitación suave y despreocupada, similar a la declaración de Rick Warren en las noticias nacionales de: "Solo denle a Jesús una prueba de 60 días". "Así que, inténtelo" es el mantra moderno de los deportes infantiles: "Niños, no importa si ganan o pierden, salgan, inténtenlo, diviértanse y recuerden que solo se trata de participar". Pero ¿es la Gran Comisión una mera sugerencia? ¿Realmente busca la Iglesia un trofeo de participación? Yo creo que no. Nuestro Señor no nos ha invitado a salir e intentar participar, no podemos quedarnos en casa y jugar al Monopoly si nos damos cuenta de que el llamado es demasiado difícil. Jesús es el Rey cósmico del universo y ha le ordenado a su Iglesia que se comprometa en una operación militar, cuyo resultado es la conquista del mundo: "Id, pues, y haced discípulos a todas las naciones". ¿Podría imaginarse el gran himno: "Adelante, soldados cristianos" cantado al son de la Iglesia moderna: "Adelante, voluntarios cristianos"? Considere lo que tres misioneros iniciadores dijeron con respecto al deber de la Gran Comisión:
"¿No es la comisión de nuestro Señor todavía vinculante para nosotros? ¿No podemos hacer más de lo que ahora estamos haciendo?" -William Carey
"La Gran Comisión no es una opción a considerar; es un mandato a obedecer". - Hudson Taylor
"Si una comisión de un rey terrenal se considera un honor ¿cómo puede considerarse un sacrificio, una comisión de un Rey Celestial?". - David Livingstone
Un concepto erróneo que yo añadiría a la frase del Pastor Toby aquí sería el siguiente: "Por lo tanto, traten de hacer [conversos]". Esto no es lo que manda la Gran Comisión, Jesús es claro en que "hacer discípulos'' es el objetivo en cuestión. Por el contrario, muchos cristianos consideran que "hacer discípulos" significa simplemente evangelizar o participar en programas sociales (darles de comer a los pobres, pintar orfanatos, cavar pozos, etc.). El gran fundador del metodismo, John Wesley, dijo una vez: "La Iglesia cambia el mundo, no haciendo conversos, sino haciendo discípulos". El proceso de discipulado comienza reconociendo la absoluta necesidad del nuevo nacimiento, Jesús dijo en Juan 3:7: "¡Tenéis que nacer de nuevo!". No hay manera de evitar esta realidad. A Dios le importa un bledo si usted ha alimentado a un millón de huérfanos si sigue en sus pecados. Hacer del mundo un lugar mejor para que la gente se vaya al infierno no es la meta; o sea, el nuevo nacimiento es solo el primer paso del proceso, es la puerta de entrada a la casa; por lo tanto, ser un discípulo de Jesús no significa solo ser salvo para poder ir al cielo algún día. La palabra griega para discípulo es, uno que es alumno. El discípulo es aquel que está comprometido en un proceso de toda la vida de escuchar y obedecer cada Palabra de su Señor (Mt. 4:4; 5:17; Lc. 11:28; Stg. 1:22-25). Un discípulo es aquel que busca activamente someter su mente, cuerpo y alma y todo lo que hay en él, bajo el Señorío de Jesús (1 Co. 9:24-27; 2 Co. 10:5). Principalmente, un discípulo de Jesucristo es aquel que ha nacido de nuevo y; por lo tanto, se somete a la autoridad de las Escrituras, lo cual lleva a escuchar, a obedecer y resulta en un cristiano que produce mucho fruto de justicia, santidad y amor (Jn. 13:35; 15:8).
El Pastor Sumpter continúa: "¿Quizás unos pocos de cada nación?" en contraste con la Escritura que dice "de todas las naciones". Como se mencionó anteriormente, Jesús dice que debido a que Él es el dueño de absolutamente todo, se nos ordena, sobre esa base, hacer de todas las naciones discípulas de Cristo. En consecuencia, un mundo cristianizado es la meta. Esta buena creación que Dios hizo, no va a ir al infierno en una cesta de mano. La intención de Dios no es arrancar algunas ramas aquí y allá del fuego. Más bien, el propósito de la creación de Dios es redimir todo el cosmos (Gén. 1:26-31), "Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él". (Jn. 3:17). Esto es coherente con la naturaleza de alianza de Dios. Consideremos una de los cientos de promesas, esta se le dio al padre de la fe, Abraham: "... en ti serán benditas todas las familias de la tierra". (Gén. 12:3; Rom. 4:13). La Gran Comisión implica que todas las naciones sean discípulas de Cristo, no solo unas pocas personas aquí y allá.
La última sección del Pastor Sumpter dice: "... bautícenlos y enséñenles solo sus partes favoritas del Nuevo Testamento", pero el pasaje realmente dice: "Bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar todo lo que les he mandado".
Este tipo de pensamiento: "Enséñenles solo sus partes favoritas del Nuevo Testamento", no es específico de los evangélicos modernos. En la antigüedad, una de las primeras herejías que la Iglesia combatió se llamaba marcionismo. Marción impulsaba una teología dicotómica que decía que el Dios del Nuevo Testamento era radicalmente distinto del Dios del Antiguo Testamento. Avanzando rápidamente hasta el siglo XIX, vemos el inicio de una visión no herética y menos radical de esto, pero todavía extraordinariamente perjudicial para la Iglesia, cuyo nombre es dispensacionalismo.[2] La faceta más distintiva de este sistema es su fuerte separación entre el Israel étnico/nacional y la Iglesia, pues hace de ellas dos entidades separadas[3] lo que debería producir en el cristiano una visión muy antagónica de la ley de Dios (particularmente en el Antiguo Testamento). Un marco dispensacionalista lleva a muchos cristianos de hoy a pensar que la Iglesia comenzó en el Nuevo Testamento y que solo se sostiene sobre los hombros de Jesús y los Apóstoles; no obstante ¿sobre qué se apoyaban entonces Jesús y los Apóstoles? ¿Cuál era su fundamento? ¿Cuáles escrituras leían y obedecían? ¿Acaso la historia de las Escrituras desecha todo lo anterior a Mateo 1? ¿Hay que desconectar o "desenganchar"[4] la mayor parte de la Biblia (Antiguo Testamento) del cristianismo del siglo XXI? Así es como muchos han enseñado la relación entre el Antiguo y el Nuevo Pacto y yo estoy aquí para suplicar ¡por favor, deténganse! Esto es blasfemo y una calumnia al carácter y naturaleza del Dios Trino de las Escrituras. Yahweh, desde el Génesis hasta el Apocalipsis, no tiene dos historias, dos pueblos, dos planes de redención ni dos normas éticas (ley y Evangelio), esta es una dicotomía creada por el hombre. La Biblia es una sola historia de redención, conectada por el hilo de pactos que se construyen gradualmente unos sobre otros a través de la conquista de la Iglesia del Antiguo y del Nuevo Pacto, el Israel de Dios (Jer. 31:31-34; Gál. 3:16;6:16; Heb. 8:8-12). La ley de Dios es clemente, misericordiosa, santa y buena (Ro. 7:12), no fue creada para salvar a nadie (Ro. 10:1-4) sino para establecerse por la fe (Ro. 3:31) y así traer justicia entre el pueblo del pacto de Dios para que las naciones de la tierra supieran que Yahvé es el Señor (Deut. 4, 6). Los cristianos no deben oponer la ley al Evangelio, lo antiguo a lo nuevo, Israel a la Iglesia. Estas extrañas dicotomías surgen precisamente cuando dejamos de leer ambos Testamentos dándoles la misma importancia, uno no es más inspirado que el otro.
Por lo tanto, como cristianos busquemos hacer discípulos de toda la Biblia en lugar de conversos del Nuevo Testamento. Debemos recordar que Jesús ordenó enseñarles (a las naciones) a obedecer todo lo que Él había mandado (Mt. 5:17-20; 28:18-20; 2 Ti. 16-17; Ro. 15:4). Relegar la Gran Comisión a ciertas partes del Nuevo Testamento es descuartizar todo el punto del pasaje. La Gran Comisión es el punto culminante del largo programa del pacto de Dios para responder al pecado y es la fruición del desarrollo de la historia de la redención, la cual es continua con el Antiguo Testamento. Así que entender la Gran Comisión correctamente es absolutamente esencial para comprender para qué sirve la Iglesia y por qué estamos aquí en la Tierra, porque la Gran Comisión es la misión de Dios.
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2 No estoy diciendo que un cristiano que sostenga esta posición sea un hereje o un marcionita; sin embargo, es inevitable ver los muchos rasgos en los que ambos sistemas coinciden.
3 Charles Ryrie, J. Dwight Pentecost, John Walvoord y otros destacados teólogos dispensacionalistas lo afirman muy claramente.
4 En el 2018, el famoso pastor de Atlanta, Andy Stanley, le dijo a su congregación que necesitaban desengancharse del Antiguo Testamento.
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